Malena

A Malena le gustaba conducir por las carreteras secundarias de los campos de Toledo. Sus lomas suaves le calmaban los nervios. Si además atardecía era un momento único, se soledad, de paz. Un conocido, un canalla, había descrito esa sensación como de "hombre marlboro": qué cabrón.
Se descubrió de nuevo con el puño prieto, las uñas se le clavaban en la palma sudorosa. La llamada se retrasaba. Era una llamada de muerte, tenía ese augurio, ese mal fario. Y no tenía por qué, su médico se encargó de explicarle con detalle que los síntomas podían responder a varias causas. Malena no lo creyó. "Biopsia, biopsia, biopsia, ... , amputación" se repetía.
Los olivos grises alargaban las sombras en un campo de arcilla. El sol se acercaba al horizonte llenando las siluetas de volumen. Siempre había pensado en la muerte como otra opción, jamás como el fin de la vida. "Un olivo debe ser definitivo a 200 km/h", se dijo. Esa milésima, ... , ni luces al final ni historias: definitivo. Los recuerdos ordenados de sus queridos se alternaban con las imágenes más frívolas; si estaba a punto de morir cómo se podía preocupar del vestido que le estaban arreglando. Cuando se acordó de su padre el dolor fue agudo: ningún padre debería vivir la muerte de un hijo, pero lo superará, hará compañía a su nieto. Malena sabía que nunca se cumple con la existencia, todo se mueve. Por ello se dispuso a morir en la certeza que no más de dos generaciones recordarán su rostro.
El campesino, abrazado al volante de su tractor, apenas despegó la colilla de sus labios cuando Malena le cruzó a 190. Una leve distorsión en la música anunció la llamada al teléfono móvil.
Se descubrió de nuevo con el puño prieto, las uñas se le clavaban en la palma sudorosa. La llamada se retrasaba. Era una llamada de muerte, tenía ese augurio, ese mal fario. Y no tenía por qué, su médico se encargó de explicarle con detalle que los síntomas podían responder a varias causas. Malena no lo creyó. "Biopsia, biopsia, biopsia, ... , amputación" se repetía.
Los olivos grises alargaban las sombras en un campo de arcilla. El sol se acercaba al horizonte llenando las siluetas de volumen. Siempre había pensado en la muerte como otra opción, jamás como el fin de la vida. "Un olivo debe ser definitivo a 200 km/h", se dijo. Esa milésima, ... , ni luces al final ni historias: definitivo. Los recuerdos ordenados de sus queridos se alternaban con las imágenes más frívolas; si estaba a punto de morir cómo se podía preocupar del vestido que le estaban arreglando. Cuando se acordó de su padre el dolor fue agudo: ningún padre debería vivir la muerte de un hijo, pero lo superará, hará compañía a su nieto. Malena sabía que nunca se cumple con la existencia, todo se mueve. Por ello se dispuso a morir en la certeza que no más de dos generaciones recordarán su rostro.
El campesino, abrazado al volante de su tractor, apenas despegó la colilla de sus labios cuando Malena le cruzó a 190. Una leve distorsión en la música anunció la llamada al teléfono móvil.